En
los últimos meses recibimos muchas noticias sobre recortes y medidas
para frenar la crisis por parte del gobierno de España. Primero
recortaron en sanidad, ahora en educación. Los estudiantes y
docentes se manifiestan contra estas medidas y la única respuesta
que obtienen es un goteo de malas noticias que a su vez reciben como
respuesta más protestas y más manifestaciones. Las acciones
emprendidas hasta el momento por los estudiantes no afectan al
gobierno sino al resto de la sociedad: Cortar
carreteras perjudica a aquellos que todavía trabajan, dentro de poco
una minoría; hacer huelga en la universidad perjudica a los
estudiantes; manifestarse permite que cuatro descerebrados quemen
contenedores y rompan aparadores y perjudica al turismo que, hoy por
hoy, es uno de los pocos factores económicos que aún nos salva de
la ruina absoluta.
La
cuestión debería ser perjudicar a los que quieren exprimirnos, los
que han empobrecido al país engañando a los ciudadanos y
enriqueciéndose a costa del dinero público. Los que pretenden
cribar a la sociedad y dividirla entre las élites que pueden pagar y
el resto, destinado a ser carne de cañón del canibalismo salvaje de
este sistema económico.
¿Qué
hacer, entonces? Nada, queridos estudiantes, no deberíais hacer nada
más que terminar el curso con los resultados más altos que vuestro
esfuerzo os permita alcanzar. Callar, hacer creer a este infame
ministro de adoctrinamiento que los estudiantes estáis
lobotomizados, que os ha vencido el desanimo, que no sabéis qué
hacer. Y cuando llegue la hora de la matrícula, no pagar. Poned en
acción la ley de la oferta y la demanda: si os ofrecen abuso,
¡rechazadlo!
Decid
que no, que el futuro del país no se paga con esta moneda, que la
educación de esta generación que heredará el desastre no es un
artículo de lujo, que la viabilidad económica de la universidad es
posible si la austeridad se aplica a los gastos que sí son
recortables.
Decid
que no: cuando llegue el momento de matricularos seguid todos los
pasos necesarios, dejad bien claro que queréis estudiar. Y cuando
llegue la hora de pagar, no paguéis. Después podéis ocupar los
campus, las bibliotecas e incluso las aulas, si queréis. Todos con
un libro en la mano, para pasar el rato de manera productiva hasta
que llegue el anuncio de la reducción de tasas en escuelas,
institutos e universidades a un nivel asumible para todo aquél con
capacidad de formarse y contribuir a hacer un país más limpio, más
justo y más prospero. Si ellos no tienen cabeza, sorprendedles,
vosotros sí.
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